Fue en esta Ciudad andina del Norte donde los españoles comenzaron la Conquista del Imperio Incaico en 1532, cuando capturaron y solicitaron rescate por el inca Atahualpa.
A cambio de conservar su vida, Atahualpa ofreció a sus captores un cuarto lleno de oro tan alto como su mano podía alcanzar. En total seis toneladas de este precioso metal fueron entregados, pero a pesar de ello, los españoles no cumplieron su palabra y asesinaron a su rehén.
Hoy en día, la serenidad de Cajamarca ha olvidado esa violenta historia.
El cuarto de rescate de Atahualpa permanece como el último vestigio de la arquitectura Inca, además de la Catedral de estilo Barroco andino y las Iglesias de San Francisco, Belén y Recoleta situada en el frontis de la Plaza de Armas.
En el centro de la plaza se encuentra una fuente ornamentada construida en 1692 para conmemorar el bicentenario de la llegada de Colon a las Américas.
Mas allá de Cajamarca descansan grandes colinas y hermosos valles verdosos. El símbolo de fertilidad puede ser apreciado en muchas zonas destacables incluyendo La Colpa, un rancho de ganado y casa de señorío donde las vacas son entrenadas para recibir ordenes con tan solo escuchar sus nombres.
Los restos arqueológicos en el área datan de la cultura Cajamarca (aprox. 1450 después de cristo) con acueductos y enigmáticas pinturas rupestres.